Dice un aforismo que cuanto menos precipitada es la curación,
es tanto más segura:
las enfermedades del corazón
como las del cuerpo,
vienen a caballo
y al galope,
pero se van a pie y al paso.
El comienzo de nuestra santidad
consiste en purgar
los malos humores del pecado.
El alma que se remonta del pecado
-a la devoción
es comparada a la aurora,
la cual, cuando aparece,
no disipa en un instante las tinieblas,
-sino lentamente.
El ejercicio de purificación del alama
no puede ni debe acabarse con la vida.
No nos turbemos, pues,
por nuestras imperfecciones,
porque nuestra perfección consiste
-precisamente-
en combatirlas.
Es muy provechoso para el ejercicio de la humildad,
que, alguna vez,
seamos heridos en combate espiritual;
sin embargo
-nunca seremos vencidos-
Sino cuando perdemos la vida o el valor.
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